[De Fondo: George Harrison – Faster]
Hubo un tiempo en que no sabía distinguir entre lo que es valioso y lo que no…
Yo pienso que ese tipo de cosas te las da el tiempo, sobretodo ese sentido de auto conocimiento que se va afinando con los años. De niño creí que podía hacer todo lo que quisiera, que en mi mundo sólo era yo y no tenía plena concepción de que, en el mundo, hay millones de gentes como yo. Ellos forman a la sociedad que tiene como función principal la de interactuar entre sí.
Después me vi dentro de esa interrelación, pero seguí pensando en mí. Eso no hizo las cosas fáciles por un tiempo y por eso cosas como el amor o la amistad eran conceptos ajenos porque no era mi necesidad. Ahí forjé gran parte de la imagen que mi familia tiene de mí: que soy un egoísta, avaro, gruñón, apartado y que sólo pienso en lo que me conviene sin pensar en lo demás.
Soy humano después de todo y esa necesidad se hizo cada vez más grande. Entendí al amor como un arma de doble filo y a la amistad como un lazo permanente. Hubo tanta gente que me ha hecho ver que perdí mucho tiempo y por eso aprecio mucho tanto la compañía de mi amada familia; como esa gente que entra a tu vida, la llena de momentos felices, te acompañan en lo momentos duros, me dicen mentiras y verdades, pero están ahí… conmigo: mis amigos.
Antes creía que las amistades duraban para siempre y que el que era mi amigo lo sería siempre y ahora no lo pienso así del todo. Hay gente que se gana a pulso su lugar en mi corazón, que me ha compartido tanto, que se ha dejado querer, que da y que no pide nada, que me han enseñado a querer y a ser mejor persona. Ustedes saben quiénes son.
También están mis confidentes. En este blog mis cómplices, en mi ferviente necesidad de exhibicionismo, los que me leen saben lo que pienso, lo que hago y habré de hacer, lo que pienso, lo que me gusta y lo que no, mis sentimientos a flor de piel. Tanto a los ruidosos como a los silenciosos visitantes los considero como mis confidentes.
Hoy mis papás no están en casa y los extraño, ahora que no están comprendo muchas cosas, y lo que hacen para que la casa y mi vida intenten ir por un rumbo. Me fue extraño que nadie intentara levantarme, son de esas libertades incómodas; como los presos que salen de la cárcel y no saben qué hacer qué haces fuera de su encierro. Hoy me toca comprarme algo de cenar y mañana yo haré mi propia comida.
Y después de tanto choro, creo que lo que vale la pena en mi vida es: mi familia, mis amigos, mi capacidad de aprender, mi capacidad de amar, mis sueños como combustible de vida, mi capacidad para darme a los demás y muchas cosas más. Lo fantástico es cuando todos estos factores interactúan entre sí.
Nos vemos en el futuro.
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