Nadie me dijo de qué se trataba la vida.
Te enseñan cómo vestirte, cómo atarte los zapatos pero no hay maestros para todo y las demás cosas se aprenden sobre la marcha. La vida es, es gran parte, praxis. Nacemos en un mundo donde hay reglas escritas y no escritas, formas de actuar correctas e incorrectas. La memoria celular aún no da para dotar a un recién nacido de conocimientos que no sean instintivos. En pocas palabras, venimos a este mundo para aprender a vivir en él.
Yo tuve el error de querer desmarcarme mucho de mis padres en la adolescencia. Quería buscar mi propia personalidad y no ser sólo una extensión de ellos. Hoy me doy cuenta que eso no pasó del todo. Hay muchas actitudes de ellos en mí y a pesar de ello no dejo de admirarlos, son mejores que yo aunque ellos piensen lo contrario. Admiro su valor, su arroje, su perseverancia y su fe. Cosas que no desarrollé mientras crecía.
Siempre tuve lo que quise y lo que no, siempre lo sustituí por otra cosa. Nunca tuve que esforzarme, menos en la escuela. No necesitaba valor para sacar un 10, era tan fácil como respirar. Leer, escribir, dibujar, todo se me facilitaba. No sabía que había todo un “brave new world” al que no pertenecía y que poco a poco invadía mis terrenos. Todo lo ajeno a lo académico o lo familiar empezaba a costarme trabajo. Me enfoqué tanto en mí mismo que no estaba preparado para lo que había allá afuera.
Con este plano existencial lleno de problemas, de frustraciones y obstáculos multiformes, puedes consumirte si no sabes qué hacer. Un nuevo mundo requiere de nuevos aprendizajes. Lo malo es cuando no puedes adaptarte rápido mientras hay otros que ya dieron tres vueltas a la manzana. Admiro a las personas que rebasan los 50, con una mente llena de experiencias, listos para sortear dificultades y dar consejos. La mayoría de ellos son una fuente humana de sabiduría. Cuando fui a Cozumel, conocí en el ferry a un anciano inglés, nacido en Manchester. Le dije que deseaba conocer su país y sobre todo tener más experiencia para llevar mejor mi vida. Él sólo sonrió y me contestó: “la tendrás”.
Hoy veo todas las cosas que he perdido por no saber ¿Qué me queda? Asimilar lo vivido, como lo había dicho al principio, a eso llegamos; además de coleccionar todo conocimiento, útil o no. También debo encontrarle el lado positivo a las cosas, disfrutar lo que se deje y usar las experiencias nuevas para corregir futuras equivocaciones. Suena fácil pero no lo es.
Los que me han criticado en el pasado, todos sabiondos y experimentados, han señalado que me falta algo o que no hice alguna cosa… y tienen razón. Sin embargo, a mi defensa puedo decir una cosa: Nadie me dijo de qué iba la vida; voy aprendiéndolo sobre la marcha. A veces lento y otras, rápido. Lo bueno es ver que hoy de a poco comienzo a pisar más firme, con seguridad voy retomando mi vida, trato de ponerle una actitud diferente frente a lo que se me ponga enfrente. Aún falta mucho trabajo y poco tiempo para realizarlo. De mí depende cambiar las cosas, tomar mejores decisiones y "tocar el cielo", como dice la rola de “los cadillacs”.
Nos vemos en el futuro.
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