miércoles, junio 11, 2008

VENUSINA

La luna ilumina tu rostro Venusina….

Se oye un ritmo de salsa cuando yo, sentado y con unas ganas enormes de saber bailar te veo, con tus nalgas paraditas que le hacen verse más alta de lo que ya es. Nadie se mueve como ella, con esa soltura, como dibujando a mano alzada sobre la pista de baile, sensual, llamativa, encantadora.

De pronto en una vuelta me diriges la mirada, y pasa un instante en el que nos reconocemos mientras vuelve a tomar el paso. Cuando deja de mirarme yo dirijo mis ojos hacia sus torneadas piernas que se mueven sin cesar. Trato de pensar en otra cosa y tomo de la botella de cerveza y cierro los ojos, concentrándome en el sabor de la bebida y tratando de olvidar el destello que me miró, sabiendo que miradas como esa no se repetirían.

Termina la canción y yo me he terminado la cerveza, me dirijo donde están las bebidas y escucho voz de Venusina decir mi nombre. Me invitas a sentarme con los tuyos y yo acepto sin pensarlo siquiera. Ya con ellos, escuchaba sus conversaciones pero trataba de no verla, de resistirme, de decirle que no a mis sentidos y no obviarlos frente a ella. Mejor observaba a sus amigos, uno que comía un sándwich que compró en un Oxxo otro que estaba fumando un cigarrillo y el último, que había bailado esa pieza de salsa y estaba tomando la misma marca de cerveza que yo.

Trataba de hablar lo menos posible. Sé que cuando una mujer me gusta de a de veras, suelo balbucear, a no hablar con cordura, a no decir esas cosas que hacen reír a todos: cuando una mujer me gusta no puedo sacar lo mejor de mí. Venusina apenas y llevaba su primera cerveza, me di cuenta que sabía tomar y yo ya no tomo como antes. Llegó un momento en que los dos veíamos cómo sus amigos empezaban a decir incoherencias y como se acumulaban las botellas vacías.

Ella ya había bateado al del sándwich mientras yo me aburría a pesar de que estaba frente a ella. Lo sé, mi actitud no es la del tipo que escribo en la novela, no es un galán que sabe de antemano que ganará de una u otra manera, yo no tengo la suerte de ganar y por eso ya cuido mis pasos. Así que decidí abrirme de ahí, yendo por una cerveza para ya no regresar…

Me voy a un rincón de la fiesta donde no pueda ver a Venusina, para terminarme esa última cerveza, pensando: “Gerson ¿Hasta cuado dejarás de hacerte pendejo? No debiste ir allá. Tampoco debiste mirarla, permitirte que te gustara de más”. Mientras sigo en mis pensamientos, no noto que ella se sienta a mi lado.

Venusina me pregunta que por qué me fui de ahí y yo alego que ya me había despedido (lo bueno de decir casi siempre la verdad es que cuando mientes te creen) entonces le doy un trago a mi cerveza y me despido de ella con una abrazo poco efusivo. No entiendo por qué, pero ella me sigue, toca mi hombro y cuando apenas volteo ella me regala un beso en la boca.

No sabía que Venusina sería la musa que necesitaba para volver a escribir…

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