La vida es un regalo frágil, hay que disfrutar con cuidado de no romperla.
Uno de mis primeros recuerdos fue sin duda aprender a caminar. En ese entonces apenas tenía un par de años y vivía en casa de mis abuelitos. Era lindo pasar a la sala y ver a todos mis tíos, esos gigantes con voz grave que sonreían cada que estaba con ellos. Para aprender a andar, intentaba ir de un sillón a otro, más atrabancado que acertado. Además de mis padres, uno de los que me animaban a caminar, esperándome con los brazos abiertos del otro lado, era mi tío Chavo.
Cesáreo Obrajero Fernández, o como lo conocen casi todos: “Chavo”, es el hijo más grande de la familia de mi padre. Trabajó desde muy joven, de carácter recio, crítico, siempre buscando la perfección en él y en los demás. Un hombre de juicios inquebrantables, terco, con apariencia de malhumorado pero con un gran corazón. Siempre con su bigote bien abultado, con algo cargando en la mano, yendo de un lado para otro.
Hace unos quince o veinte años le detectaron diabetes (misma enfermedad que sufrió mi abuelita, y que mi familia está propensa a padecer). Durante mucho tiempo, el tío Chavo pudo vivir su vida de manera normal, como lo venía haciendo, reservándose en unas cosas, sin embargo manteniendo otras, como las comidas callejeras y grasosas. Nunca se casó y cuando dejó la casa de mi abuelita vivió solo en una casa que se construyó en Valle de Chalco. Recogía perros de la calle y les daba de comer para que le hicieran compañía.
La diabetes va afectando poco a poco diferentes sistemas en el cuerpo y la salud de mi tío con el tiempo se fue deteriorando. Sumando a eso un mal cuidado y excesos en las cosas que no debe hacer lo han llevado varias veces al médico. Hace más de un año, mi tío, que no aguantaba el dolor, tomó de más una medicina que le había recetado. Esto hizo que se hinchara en diferentes partes del cuerpo y tuvo que se llevado a urgencias. Afortunadamente lo pudieron controlar y con ayuda de mi tía Tere, que de momento vive con él (le están construyendo una casa al lado de mi tío) le cuidaban la alimentación y mejoró significativamente su salud.
Ayer en la noche mis padres recibieron una llamada: mi tío se encontraba grave e iba a ser llevado a un hospital que está cerca de casa. Mi padre lo vio hace apenas unas horas, estaba con dos aparatos y una serie de válvulas sobre su cuerpo. El diagnóstico no es favorable, tiene problemas con el riñón y el corazón; aunque está respondiendo bien al tratamiento, mi tío se encuentra muy delicado de salud.
Ahora sólo resta esperar las próximas horas. Aún no logro acostumbrarme a que la vida cambie tan de repente, que se pueda perder en un instante o como consecuencia de tantos años, la vida es frágil. Yo sólo espero que mi tío se recupere, ha hecho tanto, ha dado mucho cariño, apoyo y ejemplo en todo este tiempo. No puedo olvidar que gracias a él aprendí a caminar.
No más palabras.
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Actualización: Me acaban de hablar por teléono. Mi tío ya está en piso. Al parecer lo grave está por pasar. Gracias a Dios.
Actualización 2: Recibí otra llamada. Mi tío aún no se recupera del todo, a mi papá le darán un pase de 24 horas para que esté con él. A ver que pasa.
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