martes, julio 14, 2009

TLALOCMAN #600

Este es el post número 600 de El Blog de Gerson Obrajero:

El Tlalocman, originalmente fue una canción escrita por Carlos Monsivais para un espectáculo conceptual creado por Alfonso Arau llamado Los Tepetatles. Esta parodia psicodélica de los Beatles tuvo ecos más tarde en un grupo formado por otro Arau, Sergio, y junto a Botellita de Jerez, enriquecerían la canción con una especie de rito al dios de la lluvia. La canción fue del agrado de todos los fans, en especial de un niño pequeño llamado Gerson.

¿Por qué no había héroes mexicanos? Se preguntaba incrédulo este niño cuando escuchó en la radio la canción de los botellos. Ahí había uno. Era fácil visulizarse como el tlalocman y usar el cuarto que compartía como cuartel general (Batman y el Hombre Araña de la televisión también tenían uno ¿por qué él no?), usar como máscara un suéter y enfrentar, aunque sea en la imaginación, a villanos que se encarnaban en algunas personas que conocía.

Pasaron más de diez años. Ese niño físicamente había crecido y se encontraba frente a una computadora. Le pedían un nombre de usuario para hacerse de un correo electrónico, de pronto se acordó de aquel héroe de la canción. Sonaba bien, recordó la letra, supo que era un sobrenombre adecuado y al dar enter retomó el manto que había dejado… ya no era Gerson, tímido y opacado, genial pero discreto: era alguien más.

El tlalocman era la máscara, le permitió a ese joven ser distinto, valiente, propositivo, capaz de materializar los sueños y no verlos como imposibles. En internet quienes lo conocieron no sabían de dónde venía, pero su empuje era de admirarse, algunos lo creían un viejo, otros un loco, muchos más un aliado. Fuera de la computadora, volvía a ser Gerson, era una doble vida que no se mezclaba, una especie de nueva personalidad en donde el nombre cambiaba las reglas. Gerson no podía hacer las cosas; el tlalocman sí.

Gerson y Tlalocman eran uno; pero estas dos entidades eran distintas, contradictorias entre sí. Cuando Gerson descubrió los blogs, vio que era necesario unir esas dos partes. Ya era adulto, no podía seguir más con esos juegos mentales. Sin embargo, en el trayecto y con las derrotas constantes, con el reconocimiento del nombre y el olvido del nickname, era imposible volver a ser el tlalocman y retomar todo aquello que lo hizo grande. Ahora todos conocían a Gerson, con sus virtudes, también con sus defectos. Al superhéroe ya no lo conocieron.

La máscara se desvaneció, de ser física él la miraría con nostalgia. Aún no ha aprendido a hacer las cosas del tlalocman sin ponerse el manto, ni adjudicarse las hazañas del héroe para que el hombre que ahora es, las imite o supere. A veces piensa que sería genial que la identidad del personaje fuera como un traje para volverlo a usar, aunque sea por unos pocos instantes y ser el tipo que apoyaba al cómic mexicano, que se metió a convenciones sin conocer a nadie, que movió consciencias de una industria, que escribió guiones, tocó las estrellas y vio por un instante sus sueños.

Quizá el tlalocman no está muerto, quizá esté todavía en la mente de Gerson, esperando el momento oportuno para volver a salir y ayudar al portador del manto, ahora que más lo necesita.

FIN
(por ahora...)

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