Queridísima:
Hoy más que nunca te extrañé. Sobra decirlo, he tenido dos años difíciles y en cada caída eché de menos tu hombro para llorar, como aquella vez que me escuchaste en mi última decepción amorosa, cuando no sabía qué hacer y tú fuiste tan fuerte, ecuánime y sensible para escucharme.
Sabes? Recientemente he sido objeto de burla de personas que ni me conocen, ya no sólo de las que creen conocerme y cada vez son más. Les parecen bufonadas cada cosa que escribo, hablan a mis espaldas y a pesar de las veces que ha sucedido no logro acostumbrarme. Es como ir por el mundo con un blanco en el pecho, recibiendo cada impacto de quién sabe dónde. Me pongo mi armadura de chingueasumadreelmundo y puedo soportarlo… pero hoy fue un día diferente.
Hoy fui a una entrevista de trabajo y en algún momento respondí que tenía dos años sin un empleo. Hoy mi padre lo supo y empezó con un sermón que empezó con “no siempre es bueno decir la verdad”, pasando por “tu carrera no sirve para nada”, dando el revival a “te mereces lo que te está pasando”, “mira a tu tío que estudió lo mismo cómo está” y varias cosas más.
Esas palabras me sepultaron, fueron una lanza en mi costado y me desmoroné. Callé, mordiendo por dentro mi lengua y ante él mantuve firme mi semblante; después caí, porque hubo cosas que él tenía razón y por miedo o vergüenza no me he atrevido a reconocer: no he tomado a la vida por los cuernos… lo que signifique eso.
Recordé por qué estudié comunicación: yo quería escribir y no terminar como un desempleado por haber estudiado letras, no quería arquitectura porque quería desmarcarme de mi papá, quería ser diferente. Cinco años después terminé con un pequeñísimo trabajo, viviendo en casa de mis padres y con la mayor parte del tiempo enfrente de una computadora. Muchos hacen lo mismo pero por esos mismos motivos siempre me chingan, sobre todo gente que no conozco y que (creo yo) tienen una vida demasiado aburrida (la mía lo es más) y necesitan chingar a alguien. Los comentarios que leí en twitter hoy me dieron la razón.
Me es inconcebible pensar en el teléfono y estás muy lejos como para ir a tomar un café o unas chelas. Es curioso que, a pesar de nuestros esfuerzos por develarnos, la gente no nos conozca o lo haga mal. Creen saber lo que pensamos y lo que sentimos, suponen nuestra amistad y les es semejante a un texto mal traducido. Estoy tan seguro de ello que publicaré esta carta en mi blog, sin miedo, como lo he hecho desde que puse mi nombre en mis textos. Hoy no pensé en nadie más para escribirle mi día, una voz en mi oído me lo confirmó y espero que leas esto pronto. Yo sólo te pido que seas fuerte y que encuentres pronto sentido a las cosas que pasan; asimismo, yo también buscaré reordenar todo este caos en el que se ha convertido mi vida.
Saludos a todos allá.
Gerson.
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