[De fondo: Dionne Warwick – Anyone who had a heart]
Dicen que la verdad no peca…
¿Recuerdan aquella escena de “Alguien tiene qué Ceder” en la que Harry Sanborn busca a las mujeres de su vida para saber qué hay de bueno/malo en él? Bueno, más o menos así me sentí ese viernes por la noche.
Cayó un aguacerazo por el centro: ver llover, gente correr y que yo me norteara hicieron que llegar un poco tarde a la cita. Media hora de espera por un café caliente en el Starbucks de 16 de septiembre después, llegué a una conversación con alguien, de esas personas que consideras importante en tu vida, sobretodo, alguien con quien hubo atracción mutua.
Creo que nadie puede decirte las verdades como ella, digo, no tiene mala intención, pero tampoco es sutil, es directa, no tiene rodeos (a lo mejor malos ejemplos como el de los perros y gatos, pero bueno), y con la sinceridad que se le puede pedir a una amiga.
Es difícil enfrentarse a la verdad: es como si te desnudaran con las palabras en una plaza pública, es como si te dijeran cosas que no quieres saber, es como buscar faltas de ortografía en la novela de la vida, es un golpe durísimo al ego.
Creo que por eso admiro tanto a Bogart, a James Bond y sobretodo a Mauricio Garcés… lo hacen todo taaaan fácil: no se enamoran, son amos y señores de las artes amatorias, son los que dan lo suficiente y ellas se quedan pidiendo más…
Yo no soy de esas personas, yo soy lo más mortal que puedo ser, es decir, lo más falible, en la medida de mis posibilidades, aún soy un aprendiz. Eso es algo que me duele, más que otras cosas, ese sentimiento de verme en desventaja en un mundo de competencias en las que siempre pierdo.
Afortunadamente, después de escuchar “the awful truth” me sentí muy bien… liberado, como si me hubieran quitado una espina que dolía. Era como si hubieran hecho una especie de radiografía de mis conductas, en las que podía identificar aspectos dañinos… las piedras en las que uno siempre tropieza… por lo que al final le di justa dimensión a las cosas.
Todavía recuerdo que hace algunas semanas, la Teacher me recomendó irme de viaje solo… y creo que es lo que necesito para pensar muchas. Me encantaría irme al mar, a respirar su aire, a que me abrace su calor. Aunque ese viaje me recuerda a esa telenovela colombiana (no a su refrito mexicano con Camil y altos niveles de rating) en la que la protagonista va a Cartagena a liberarse del sufrimiento y regresa renovada hasta en la imagen.
Aunque creo que tendrá que esperar, todavía faltan tres meses para que oficialmente sea un año de trabajo y hasta ese entonces podré pedir los seis días que me corresponden por ley.
Nos vemos en el futuro.
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