[De Fondo: Billy Joel - I go to extremes]
Se supone que nosotros percibimos con los sentidos, los esquizofrénicos lo hacen y su mundo es totalmente opuesto al que la mayoría vemos. Inclusive para ese grupo grande que vemos “la realidad”, hay distintas variaciones en cuanto a los datos que recibimos del medio ambiente, no sólo con nuestros sentidos, aún más con nuestros sentimientos.
Hay veces que uno piensa que hay cosas que pesan más que otras, siendo que el valor específico puede variar de persona a persona. Yo olvido que existe la subjetividad, que no somos iguales y que las lecturas que uno hacer de las circunstancias, propias, únicas.
A veces pienso que debí haber sido psicólogo.
Me doy una vuelta introspectiva por mi pasado: por las cosas que uno hace, por cada derrota, por cada ensayo, por cada error, por cada triunfo, por cada alegría, por cada acción, por cada palabra, por cada golpe del teclado, por cada latido del corazón. Hurgando de a poco, analizando y llegando a conclusiones que no siempre son agradables.
Hay veces el auto análisis no es suficiente, a veces alguien “de afuera” puede diseccionar en cuestiones que uno no profundiza y esto viene ser el mejor complemento a la introspección. Ya existe un mapa de mis emociones, de mis sentimientos y de por qué termino en la lona o cómo gané algunos rounds.
Esto de las emociones humanas es algo complejo…
Ahora que sé que ha estado mal los últimos meses, tomo un respiro, me agarro los huevos como si fuesen mi corazón, dejo la tristeza para un momento ad hoc y empiezo a aceptar mis defectos en listado, cómo pecados en el día final, como malas respuestas en el examen de la vida.
Aceptar errores como hacen los alcohólicos: Soy un necio.
Usando una frase de Billy Joel: “I go to extremes”, si ignoro, lo hago totalmente; pero si algo me importa, no quiero que quepan dudas. Puedo tirarme a los campos de la flojera, o del trabajo excesivo. Puedo ser muy expresivo o muy callado, indiferente o muy comprometido, puedo olvidar mis errores o hacerlos presentes, intentando ser prudente, pero a veces dejando mis visceralidades como caballos sin rienda.
Soy una persona poco paciente: odio esperar, que me hagan esperar, que las cosas no sucedan rápido, que haya intervalos, que la inmediatez no sea parte de la naturaleza del universo. Odié por años esa frase de “todo tiene su tiempo” que el sabio Salomón escribió en El Eclesiastés.
Soy flojo, en cada particularidad y en toda la extensión de la palabra.
Creo que en esos puntos se han basado algunos de mis problemas, no soy perfecto y creo que nadie lo es. “Es mi carne” diría mi mamá y pues con ella tengo que combatir. Yo, de la manera más humilde que puedo, pido perdón a cada persona a quien le hecho pasar un mal rato, a los que siguen conmigo a pesar de que saben cómo soy; y agradezco a los que ven mis intentos por cambiar, a los que me dan sus palabras, a los que se enojan (tengo una lista grande) por mis actitudes y piden que cambie: ahora, de cierta manera, los comprendo.
Yo creía que hacía bien, pero mis percepciones me jugaron mal.
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