[De Fondo: Gustavo Cerati – Crimen]
Olvidé que era bueno…
Olvidé que era dedicado a las cosas que me gustaban, que las cosas difíciles no me asustaban, que era persistente hasta buscar un sí, que un no me alentaría a encontrar el resultado esperado.
Olvidé que tengo la capacidad de convencer a los demás, que tengo un encanto que me hacía las cosas más fáciles, que puedo caerle bien a la gran mayoría de la gente sin meterme en problemas si esas gentes no se caen bien entre sí.
Olvidé gran parte de mis sueños, que ahora están en cajas, en cuadernos, en hojas sueltas, en el pasado, en residuos de mis corazones usados, en la ropa sucia, en los poemas olvidados, en los juguetes viejos, en las revistas, en mi imaginación caduca.
Olvidé la pasión que me hacía saltar cualquier barrera, olvidé que debía conquistar el mundo, que mi memoria era mi aliada, que la inteligencia estaba de mi lado y que la prudencia era mi amiga y que la sabiduría fue un don que me fue dado del cielo.
Olvidé que si se los pides, Dios puede hacer verdaderos milagros; que en los momentos en que el alma siente que ya no puede más durante la noche, te llena de calma en las mañanas, olvidé lo que me enseñaron todos mis abuelitos (los cuatro me dieron tanto) y sus lecciones de amor y vida.
Me olvidé de los que amaba, de los amigos a los que abandoné, olvidé que no debo de huir, que debo enfrentar los problemas, que la tenacidad de mis padres es mi mejor ejemplo, que la vida no sólo son momentos malos y que los buenos superan por mucho a los que han tenido las vacas flacas.
Me olvidé de lo quería de niño, que era ser periodista, ser independiente, tener un departamento propio, hacer sentir orgullosos a mis padres. Olvidé la emoción que me daba el pensar que sería grande y haría todo lo que quisiera.
Olvidé que era bueno, que no era como ahora…
¿Quién iba a pensar que recordar lo que fuiste te puede ayudar a ver mejor quién quieres ser?
Salidos a los testigos de esta aventura.
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