Soy un negativo. Desde hace mucho tiempo lo he sido y creo que es una de mis muchas mañas para poner a la gente hasta la madre, sobre todo a la que me quiere dar consejos. A cada iniciativa viene un “no” de mi parte, a cada propuesta un “no se puede” y ante el cansancio de la otredad por escuchar mis negativas un “lo siento, así soy”.
Sí, una actitud deplorable…
No sé cuándo comenzó esto, desde cuándo perdí las ganas de hacer las cosas y me resigné. Todos perdemos y ganamos, yo también lo he hecho, pero uso mis derrotas como pretexto ante el mañana: “porque no pude”, “porque perdí”, “porque no me salieron las cosas”, “porque se me fue la oportunidad”… y miles como esas.
Y así todos los que platican conmigo para darme palabras de aliento (y antes de que los ponga hasta la madre) me dicen: empieza desde abajo, busca algo aunque no sea de lo tuyo, tú puedes, eres una persona especial, eres joven y tienes una vida por delante, hay personas que están peor que tú, confía en ti mismo, ánimo, esto no es para siempre, conócete a ti mismo… me sé el discurso, pero no entra, como aquellos compañeros que sufrían en matemáticas o inglés en la escuela; no los entendía porque a mí se me hacían materias fáciles.
Escucharme debe ser una clase de mal chiste, ese sentimiento que tengo al ver un programa de Jorge Ortiz de Pinedo o Israel Jaitovich, cuando alguien dice algo de mal gusto, un mal sabor de boca, cuando el caño está abierto. Sin embargo yo me reconforto en el dolor y hago del “no” un escudo infranqueable, encarnando al víctima de las circunstancias, cerrando cualquier posibilidad a lo intangible, al intento, a la posibilidad y dando santa sepultura a mis sueños.
Al final creo que lo único que demuestro es que soy un inmaduro. Actúo como un niño que hace un gran berrinche porque no le compraron un juguete en su ida al supermercado; o peor, como un viejo que, sin ganas físicas ni emocionales ve cómo ha pasado su vida, sus triunfos y derrotas y la imposibilidad de regresar el tiempo para tener de nuevo una oportunidad.
“Todos lo veían menos yo” es una gran mentira que se invalida con este post; simplemente no quería reconocerlo, tenía miedo de aceptar que el problema comenzaba conmigo. Sin bien cosas malas me pasan (igual como las buenas, como a todos), yo decido si me hundo en ellas o me levanto y sigo adelante. Me cuesta tanto, duele y me dan unas ganas enormes de evadir la verdad de nuevo, de hundirme y esperar a que las cosas cambien solas.
Ya no puedo esperar. Necesito cambiar de verdad, madurar, recuperar mis sueños y saber de una vez por todas quién soy, qué es lo que quiero y hacia dónde quiero ir. De lo contrario, nada habrá valido la pena.
Nos vemos en el futuro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario