domingo, diciembre 14, 2008

Y VOY (DIGO, Y FUI...)

Así como dice la canción:

Caminos de Michoacán
y pueblos que voy pasando,
si saben en dónde está,
¿Por qué me la están negando?
díganle que ando en Sahuayo
Y voy pa' Ciudad Hidalgo

Tengo familia en Ciudad Hidalgo, Michoacán. Los periodos en los que los llego a ver son largos, como cada año o cada dos, mis parientes van a verlos más y están en contacto con ellos y mi familia muy poco. Yo en lo particular casi no me gusta juntarme con la familia de mi mamá (cuya familia es de ese pueblo purépecha) porque no me siento a gusto. Así que casi nunca me aparezco en sus reuniones, ellos saben que en una celebración importante podría no estar.

Ayer me levanté temprano, preparé todo para salir con rumbo a la boda de uno de mis primos michoacanos.

Tras cuatro horas en carro llegamos a Ciudad Hidalgo, pueblo natal del abuelito de mi mamá y de la esposa e hijos de un tío que ahora vive con otra familia en Estados Unidos. Aarón, de 22 se comprometía con Miriam, una mujer con la que ya llevaba rato andando (me informaron, como casi no veo a la familia) y quería unir sus vidas.

–Ya se viene la temporada de los casamientos –decía mi tía Irma, mama del novio, dirigiendo su mirada hacia mí. Mi mamá le contestó que ahorita no creía, que no me veía de dónde, porque no andaba con alguien. Yo solo saqué de la manga una sonrisa y mi pose reflexiva. Realmente me puse a pensar en cómo sería mi boda, cómo la deseo tanto y en que sí, mi mamá tenía razón después de todo.

Todos mis tíos se sorprendieron que yo fuera y decían “pensamos que no ibas a venir, ya ves que siempre andas desaparecido”. Sí, yo era el aparecido, después de meses de no verlos ni saber de ellos. Quizá estoy mal en no tener tanto contacto con mis parientes, digo, a veces no los aguanto pero esa vez me la pase de lujo haciéndome el aparecido.

Durante la ceremonia, que fue civil, mientras tomaba fotos, no pude evitar que me embriagara la emoción, por lo que tuve que salirme un momento para calmarme, para respirar y retomar el mood de alegría por el momento de mi primo. Al abrazarlo, no pude evitar decirle “Bienvenido al primer día del resto de tu vida. Felicidades”.

Una de las tías me invita a que saque a bailar a una niña, de las muchas guapas que hay en la fiesta. Como saben, no sé bailar pero le hago el intento. Ella se llama Erica y a los dos nos costaba trabajo mantener el ritmo. Nos llevábamos bien y quise conocer más. Le pregunté su edad y eso me noqueó: 13 años. –Juro que te ves de 20– le dije. Ella se atrevió a preguntarme lo mismo a mí y eso la noqueó a ella: 26. –Te ves más chico, yo sí creía que tenías 20.

Varias palomitas e intentos de bailar después (deben conocer a mis tías, no les importa que baile mal, sino que lo intente y me divierta con ellas), los amigos del novio lo intentaron encuerar y al llevarlo al baño, lo lograron. La música del grupo estaba pinche y uno de los cantantes desafinaba horrores, pero eso no impidió que alguien en la fiesta se divirtiera.

Hoy me levanté en uno de los hoteles del pueblo, con el olor a cigarro del cuarto de abajo. No podíamos quedarnos más porque las mujeres de mi vida (no se apunten por ahí), es decir, mi mamá y mi hermana tienen que trabajar. No pudimos irnos sin comer unas tradicionales carnitas, que sobra decir que estaban deliciosas y que cerraron con broche de oro un buen finde. Y pensar que la neta no quería ir…

Nos vemos en el futuro.

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