Ahorita escribir se me está haciendo como los albañiles cuando construyen una casa. Hacen la obra negra, sucia, sin yeso, con algunos alambres sueltos, para después ir por la parte más difícil que son los detalles.
Una vez más un amigo se ha dignado en leer lo que llevo de “Las traigo muertas”. Cuando creí que ya lo había corregido todo, ese ojo exterior es capaz de ver y juzgar elementos invisibles para mí, bueno, al menos de momento: la concordancia en los tiempos, las palabras repetidas, alguna que otra frase incoherente y sobre todo el replanteamiento de algunas ideas que todavía quedan ambiguas.
Juro haber revisado ese texto, aún después de revisiones previas y no haber notado esas cosas. Siempre es bueno que alguien pueda darte un punto de vista desde su perspectiva. Me gusta ese tipo de crítica, esa que te ayuda a crecer. Me pongo a pensar en todos aquellos que me han dado un consejo, como jugando a la gallinita ciega, me están guiando a través de un mundo nuevo para mí. A veces tengo miedo de tropezar pero las voces al momento me han llevado por buen rumbo.
El lunes fui a la conferencia que cierra toda esta parafernalia al 80 aniversario de Carlos Fuentes. Como saben, no he podido con “La región más transparente”, libro que cumple 50 años, por lo que tengo mis reservas con el escritor; sin embargo, nunca me he negado a aprender (de quien sea, me caiga bien o mal) y fui a la conferencia que, después de unas piezas de Bach y flores exageradas por parte de Palau y Volpi, encontré en una hora de brevedad lo que estaba buscando.
Es siempre sorprendente ver pasión en los ojos y en las palabras de una persona mayor. Fuentes aludió a la simpleza para contestar a la pregunta que originó la ponencia (¿Cómo escribí mis obras?) y a la extensión para ejemplificarla. Me gustaron bastante las enseñanzas de esa noche: que toda obra proviene de la tradición y la creación: tradición porque siempre hay una obra que tiene elementos iguales o similares a nuestra historia; pero la creación es esa manera distinta de contar los relatos. Pude ahorrarme ir al auditorio gracias a esta nota, pero fue agradable estar ahí y escuchar experiencias cortas pero invaluables.
Fue chido porque era lo que necesitaba, eran las preguntas que me estaba formulando en el metro antes de llegar al Auditorio Nacional… creo que volveré a ese libro y no lo soltaré hasta que termine.
Ya sé que no debería creer en las señales (sobre todo después del affair becario) pero fue raro que, el sábado en la noche, un tipo se me acercara para pedirme un consejo sobre mujeres, sólo porque me vio hablando con una chica que conocí ese día y él creyó que “controlaba la situación”… si tan sólo ese tipo supiera que alguna vez fui como él. Lo tomé como un aviso del destino para seguir escribiendo la novela.
Aunque Cortázar, José Agustín y muchos otros hayan escrito desde la pobreza o apenas teniendo lo necesario para vivir, ya tengo que encontrar trabajo, me urge y la verdad ando medio salado en eso. Espero que eso cambie pronto, a pesar de la crisis y mil pretextos más que me puedo inventar.
Nos vemos en el futuro.
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