[De Fondo: Chicago - Colour My World]
De repente la parte final de la Autopista Pachuca-México se llena de coches, el acotamiento también. Alcanzo a ver una fila interminable de automóviles detenidos, no van ni “a vuelta de rueda”, puedo ver a los pasajeros a la expectativa de un milagro que haga mover a esa fila, que los ayude a no llegar tan tarde a su trabajo… pero nada: hasta el tiempo está varado.
Algunos choferes prefieren apagar sus motores, ves a algunos peatones que salen de sus transportes para caminar hacia un destino que será próximo, son más rápidos que los autos. Uno que otro golpea frustrado una parte del transporte, como si le quisiera dar un madrazo al destino por ser así de mamón y hacer un congestionamiento vial inamovible.
Yo por mi parte (y acostumbrado a este tipo de desasosiegos, más bien, a la resignación) agarro Inventando que sueño de José Agustín y me pongo a leer, porque sospecho que no habrá servido de nada salir antes porque llegaré hasta Coyoacán igual de tarde que las últimas semanas. A veces quisiera vivir en mi amado D.F., tan caótico pero entrañable, la tierra donde nací.
Al final de la autopista vislumbro “el meollo del asunto”: tres camiones del ADO y uno de Omnibus con los cristales del frente madreados, che carambola de camiones que seguramente tapaban uno o dos carriles. Cuando llegué ya estaban a un lado, con los agentes de las aseguradoras haciendo su chamba.
En contraste, el metro está tan rápido como me gusta, qué diferencia la línea 3 a la maldita hija de su pinche Jefe de Gobierno línea B. Uno de los transbordes que más me gustan es el de Hidalgo: sólo tienes que caminar un poco y bajar unas escaleras para estar tomando el anden de la línea 2 (gracias controlzape), que va de Cuatro Caminos a Taxqueña.
Llegué quince minutos tarde, me caga en la madre, pero valió la pena al escuchar a viva voz que la idea para la novela es genial. Creo que eso me otorga una mayor responsabilidad al escribir que antes, lo que me gusta es que la novela prácticamente se está escribiendo sola. Últimamente he sido influenciado por los libros que me he chutado, me han dado ideas bastante buenas para agregarle a la premisa básica.
Por metro fui a recoger a mi novia de sus clases de francés y de ahí a casita. De esta manera el viaje de regreso, que de por sí fue rápido, se hizo más. Ojalá así fuera de ida, de veras que hay mucha gente que viven en las ciudades dormitorio (como Alejandro Aura llama a la Zona Metropolitana) aumente sus de por sí altos niveles de estrés (levantarse más temprano, ir corriendo, medio comer y medio dormir han de ser las causas más comunes) por culpa del maldito tráfico. En fin, somos muchos…
Así empiezo la cuarta temporada del blog. Gracias a los que me comentaron en el post anterior y a los que no, pero igual leen. No se pierdan el podcast #2 de La Hora del Café, que se va a poner bueno.
Nos vemos en el futuro.
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