domingo, octubre 21, 2007

CRUZANDO EL LABERINTO

[De fondo:Eros Ramazzotti & Ricky Martin - No Estamos Solos]

¿Es que acaso estamos solos?

Durante mucho tiempo, cuando era niño, le tuve miedo a la soledad, pero tampoco supe como dejar ese estado, aun acompañado de amigos y sobretodo de familiares: el vacío, la carencia y la falta de contacto… todo esto lo recordé al terminar de leer El laberinto de la soledad.

El ensayo elaborado por Octavio Paz hace más de medio siglo si bien muestra particularidad des de un mexicano en soledad con el mundo el que lo rodea, podría aplicarse el mismo método para reconocernos, de manera individual con las características de el vacío que consume a nuestro pueblo.

Por historia, por cultura y por decisiones propias nos hemos aislado, nos reprimimos y en nuestra reclusión buscamos formas para romper las barreras de la soledad y estar, como alguna vez se ha estado, en comunión con el otro.

Hemos usado máscaras, nos hemos ocultado en la mentira, una que no podemos sostener y que estalla llena de presión, en la fiesta, que en vez de ser armoniosa, quebranta lo establecido con violencia. Alguna vez usé el nick del Tlalocman para negarme, para ser algo que no soy, para ocultar lo que me hace ser.

Según Paz, una de esas otredades, de esos misterios, a la que se usa como objeto y como instrumento, que al insultar, a diferencia que a otras zonas en donde se dice “hijo de puta” se dice “hijo de la chingada”. Deduce que la chingada es la madre violada y ultrajada… entonces pensé de inmediato en Marina, en la forma es que finiquité mi amistad con ella, en un arrepentimiento que ya no sirve de nada.

Recuerdo que en mi último post en big blogger decía que no tenía miedo de ser: estaba equivocado. Tenía temor, desde antes de que las miradas se acercaran a mí, del escarnio, de que empezaran a buscarme defectos. Desde hace algún tiempo trataba de cuidar mi imagen, de no arriesgar demasiado, aunque debo confesarlo, no pude evitar entrar al juego del exhibicionismo descarado: mi necesidad fue la misma que la que tuve al hacer un blog como este, es decir, mi deseo inconsciente de salir de mi soledad, de buscar a ese otro.

Hoy hay muchas cosas que debo cambiar, como dejar de negarme, aceptar y asimilar las derrotas y victorias, los defectos y las virtudes, mi historia y mis hechos, el no alejar a los que todavía están conmigo y el no tener miedo a acercarme a las personas que admiro; en aprender de mi soledad y tratar de salir de ella de a poco, no con expresiones violentas sino como la leve expresión del ser yo.

Al final del ensayo, Octavio Paz concluye que ya que estamos solos, podemos estar en contacto con las manos de otras soledades y ayudarnos, volver a estar en comunión, sin mentiras ni máscaras, amar sin importarnos las reglas establecidas, podremos soñar de nuevo con los ojos cerrados: después de todo, quizá estar solo es poco menos que temporal.

Nos vemos en el futuro.

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