[De Fondo: Shakira – La pared]
Era lunes, día en el que no se laboraba por ser feriado y de repente, a mi cama llegó un aire tan frío que tuve que aferrarme a la cobija como hace unos meses no lo hacía: había llegado el invierno.
Dejé el paraguas en casa porque, para mi fortuna ya no llueve. El camino ya no es tan presuroso sabiendo que el cielo no derramará más lágrimas; sin embargo, creo que da pié a la siguiente etapa, haciendo una comparación con los lapsus depresivos humanos, después de llorar, la ciudad recibe la ventisca helada de la nostalgia.
De alguna manera me lo sospechaba, hace una semana mi madre regaló una chamarra que estaba ideal para estos días donde el frío, además de calarte los huesos, te enfría hasta el alma. Después del pancho que suelo armar (porque eso sí, no me conocen enojado) fui con mis padres a comprarme dos chamarras para la temporada: son calentitas, una sobria y otra de doble vista con un color naranja “mátame la pupila”.
Quizá el calor no te lo podrás quitar con nada, pero el frío, aún con todas las bufandas, sweaters, sudaderas, guantes y chamarras del mundo, nunca te deshaces de él del todo. Es como un ladrón que busca la manera de sortear los sistemas de seguridad de un banco. Te hace débil y te pone a expensas de las enfermedades más comunes; sin embargo, también te obliga (hasta en términos históricos y genéticos) a ser fuerte para sobrevivir.
No quiero pensar en los amigos que viven en Europa, cerca de alguno de los dos polos del planeta, en donde las situaciones climatológicas son extremas…
En estos momentos, mi compañera de la chamba y yo, nos acabamos de dar cuenta que hay un calentador para la oficina. Yo nunca he usado uno en mi vida (ni sabía que existían), por lo que espero que funcione. Mis dedos no dejan de estar fríos y se siente raro teclear de esta manera.
Se me antojó un café, de esos del Starbucks; unos Hot Cakes bien esponjosos con su cajeta, mermelada, lechera y quizá miel de maple; una taza de chocolate o un champurrado como mi abuelita lo preparaba, un caldo de gallina, una tableta de cookies & cream o ya de perdis un té de manzanilla caliente caliente.
Que envidia me dan las personas que ahorita andan con alguien…
Y si dije que el frío es casi comparable como la nostalgia… Sí, me estoy muriendo de nostalgia y ningún sweater me lo ha podido quitar.
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