Era lunes por la madrugada, estaba nervioso y con insomnio, en algunas horas tendría que levantarme temprano porque sería mi primer día de trabajo.
Otra vez volví a la peregrinación que la familia hacia a sus respectivos lugares de trabajo. Juntos, escuchando éxitos en inglés de los 80’s mientras el auto azul va dejándonos a todos hacia nuestro destino; esta vez el mío era incierto. A pesar de que me había explicado vagamente en lo que iba a trabajar, sentía un poco de temor de que hubiera cosas que no supera hacer. Tragaba saliva y movía el cuelo a los lados para intentar relajarme, rogando para que el tráfico no me hiciera llegar tarde y dar así una mala impresión.
Todo se acomodó. Llegué 15 minutos antes, entré de inmediato a la dinámica, sin presiones mayores. No estaba muy convencido y pensaba que mi calma no podía durar. El primer día fui a un centro comercial y comí solo, un par de gringas con la carne al pastor salada me supo a desgano y sólo un refresco lo hizo digerible. En la noche terminé agotado, no encendí la computadora y dormí a las 10 de la noche.
El segundo día fue un martirio para todos, había un ambiente pesado y todos estábamos tensos. Esta vez había llevado comida para calentar. Me había prometido que no comería tortillas ni refresco para bajar un poco de peso. Me acerqué con mis compañeras de trabajo para hacerles la plática y no volver al desolador centro comercial de la vez pasada. Soy un poco tímido en la convivencia y platicaba muy poco con los compañeros con quienes me regresé al metro. No quería imaginarme que los demás días fueran como ese, ese pensamiento en la noche me mantenía inquieto hasta que después me dije: voy a dar mi mejor esfuerzo por hacer las cosas bien y ya luego habrá tiempo para relajarse.
Y así fue. Terminé mis labores antes de tiempo, esforzándome en tareas que en otros tiempos no haría. Tenía que no defraudar a quienes me habían recomendado y confiado en mí y tenía que demostrarme que podía hacerlo. Ese día fue el mejor de la semana. Estaba relajado y hasta me di el lujo de usar twitter entre pausas para matar los minutos en los que ya no estaba ocupado.
El jueves cuando entré a mi cuenta de twitter hubo problemas: desde ese día no puedo leer mi timeline en la cuenta de @tlalocman; mientras que a todos les fallan los replies o los DM’s, yo no podía revisar el día a día de la gente que sigo. Eso aumentó mi productividad y terminé de nuevo sin despeinarme. Otro problema fue el dolor de estómago (no hay falla: la primera semana de trabajo SIEMPRE me enfermo), que hizo pesado mi día y que no me abandonó hasta dormir.
El viernes fue quincena: el día de pago, cuando todo el camino recorrido vale la pena. Después de una pequeña confusión con mi nombre, no hubo problema para recibir el dinero por los primeros 5 días de trabajo. Fue un día donde resentía el cansancio de la semana y no rendí igual. Los jefes inmediatos me explicaron mis dinámicas para la semana que viene y todo cambia. Me pondré a prueba y veré de lo que soy capaz la próxima semana, que promete estar intensa.
Gracias a Dios ya tengo trabajo y dinero. Poco a poco los engranes de la vida se van moviendo y puedo poner en marcha varias cosas. Hasta apenas el día de hoy puedo escribir en mi compu si caerme sobre el teclado. No cantaré victoria hasta que el árbitro silbe para indicar el final del partido. Lo que sí puedo hacer el dar gracias a todos los que me apoyan y me mandan sus mensajes deseando lo mejor. Allá afuera los perros siguen ladrando pero lo ignoro gracias a las muestras de apoyo que endulzan mi vida. Trataré de escribir seguido, pero no prometo mucho, la chamba es demandante. En lo que arreglan mi cuenta de twitter pueden seguirme en @newtlalocman, donde también actualizaré lo que pueda. =)
Nos vemos en el futuro.
1 comentario:
Que bueno que las cosas se van acomodando para ti...
Te mando un abrazo y no dejes de esforzarte...Aunque casi nunca te comento siempre te sigo por twitter o leo tus posts...
cuidate.
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