jueves, marzo 08, 2012

8 DE MARZO 2012

El primer amor del mundo lo recibí de tus brazos, seguridad y alimento fueron tus pechos, tu dulce voz fue mi nueva alegría, misma que se reflejó en el claro de tus ojos. Me enseñaste a sentir y a expresarme frente a los demás. Después fuiste mi amiga, una que no comprendía porque veías el mundo de forma distinta, me molestaba no comprender qué es lo que querías. Al mismo tiempo me atraía tu orden y la delicadeza que desprendías al andar. Competíamos y en esos eventos veía nuestras diferencias físicas: yo era más fuerte, pero tú eras más audaz.

Cuando crecí te metiste en mis fantasías y tuve ganas de besarte, quería contigo imitar lo que los adultos hacían. Tú fuiste causante de una gran cambio en mí y nunca te diste cuenta: al pensarte y desear tenerte cerca, mi cuerpo reaccionó de forma placentera; pero tú también cambiaste y trataste de acentuar en lo que no éramos iguales. Y mientras más ganas tenían de estar cerca de ti, tú más te alejabas y entonces olvidé cómo hablarte. Después tú fuiste la que me abrió la puerta, me dijiste “novio” y cuando me dijiste “sí” me diste una de las más grandes alegrías de mi vida. Me colmaste de regalos, me abrazabas y me brindabas con ello el calor de tu cuerpo. Mis manos querían recorrerte toda, como exploradores curiosos queriendo conquistar lo que pisan sus pies, quería besar más que tus labios, quería con ello verte sonreír.

Partiste mi corazón la primera vez que me dejaste, comencé a extrañarte al límite de la locura y en tu abandono conocí la añoranza del hogar. Comencé a verte en otras personas y entonces conocí al amor de otra forma. Cuando lo supe, volviste a mí y con ello no sólo me entregaste tu corazón, sino también tu cuerpo, donde la exploración primigenia se volvió goce. Contigo me volví hombre y pude asumir mi género con orgullo al buscar tu bienestar y placer. Me aferraba a tus piernas como si en ellas se encarnara el deseo, tuve un deja vu al sentir tus pechos. Sudábamos juntos y yo ya no sabía qué parte de mi cuerpo era mía: creábamos una fusión transformada en éxtasis y tus palabras después del sexo me convencieron sobre querer tenerte así, conmigo, toda la vida.

¿Con quién más podría compartir mis días, sino contigo? Verte sonreír es uno de los regalos más bellos que recibo diario. Tu voz suave acompañada de música florece en mis oídos, donde las abejas que excitan el jardín elaboran la más dulce miel. Ruego a Dios la oportunidad que una parte de mi vida se quede en ti y se desarrolle algo más grande que nosotros mismos. Has sido tantas cosas durante este tiempo: madre, abuela, hermana, amiga, confidente, novia, amante y más, que me es imposible no sentir admiración ante un mundo que no te aprecia cómo debe, uno que no te trata como aquella mitad complementaria que mueve los engranes de la existencia. No comparto la opinión de los que te desprecian y quieren mantenerte diezmada. Quiero que en el futuro no sea necesario un día para reconocer quién eres y por qué no se debe tratarte con alguna forma de violencia o discriminación:

Te amo y siempre te amaré en cada forma posible, mujer.

Gerson.

1 comentario:

Alesi Garcia dijo...

Woooooooooowwww esto es hermosísisismo!!
Escribes increíble y tus sentimientos son aun mejores, me he quedado con varias frases tuyas.

Un enorme abrazo.