Este post forma parte de El Gran Tema. Tonchi ahora fue el encargado de proponer el tema de esta semana.
De niño yo siempre fui bien portado, sí había reglas, nada rígido en verdad, pero no había necesidad de quebrarlas. Yo sabía que portándome bien podía obtener todo lo que quería. A todo mundo le caía bien y siempre había alguien que me regalaba algo, lo único que tenía que hacer era obedecer.
En cambio, mi hermana siempre fue la rebelde, la que hacía berrinche cuando mi mamá se iba a trabajar, la que no le gustaba la ropa que le compraban mis papás, la que sacaba malas calificaciones, la chillona y contestona. La que siempre agarraba las cosas, o las rompía. Ella era siempre a la que regañaban, no a mí.
Una vez mis padres salieron y dejaron encendida la grabadora. En eso mi hermana se acercó a ella y empezó a apretarle algunos botones. Llegando a casa, al escuchar la grabación, se dieron cuenta que se interrumpía por un “-niña, deja ahí que no es tuyo –y qué, es que a mí me gusta”. Ese día la castigaron feo.
Aunque fue muchos años después en los que ya no obedecía tanto, más buscando mi autoconocimiento y definición propios, hubo un día en que estaba escuchando mis disco de Cri-Cri (aún no entiendo por qué me gustaba tanto esa música) y estaba la canción del chorrito. Me causaba fascinación que una aguja hiciera contacto con los discos y como éstos giraban produciendo sonido. Podía pasar hora enteras viendo cómo se reproducían los discos, hipnotizado por ellos, con la advertencia de mi madre de “no lo toques porque lo puedes rayar”.
Ese día ya mero terminaba, no sé qué pasó que a mi mamá y a mi hermana les entró sueño, yo seguía viendo el tocadiscos y escuchando el chorrito. Debo confesar que siempre he sido una persona curiosa, que me he metido en muchas cosas y he experimentado otras “para ver qué se siente”. En ese entonces me pregunté qué pasaría si tocaba la aguja, si realmente se podía rayar un disco, si yo podía hacerlo.
Mientras iba la hormiga con su paraguas yo moví levemente la aguja, lo que provocó que se repitiera ad infinitum una parte de la canción infantil. Eso despertó a mi mamá. Su respuesta natural hubiera sido regañar a mi hermana, pero ella estaba dormida. Después de una cara seria y un regaño que serviría para ya no escuchar ese disco jamás, sólo alcancé a decir:
¡Yo no fui, mamá!
Nos vemos en el futuro.
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