Desde el tráiler la idea me pareció fantástica, como casi todas las que él tiene. De hecho, Woody Allen es, por su forma de entender/amar/hacer cine y humor, uno de mis héroes personales. Todavía recuerdo cuando vi Annie Hall (mi primer acercamiento con sus películas) toda una oda a la complejidad de las relaciones de pareja; o en Play It Again, Sam (no dirigida por él, pero sí una adaptación de su obra de teatro): una carta de amor a las películas viejas y a la figura masculina e icónica de Humphrey Bogart.
No mentía cuando dejé el blog hace mes y medio. Es contradictorio que, al tener todo lo que quieres, no te llegue ese sentimiento de satisfacción que esperabas cuando se permanecía en la búsqueda. Mis aspiraciones siempre se capitalizaron en ilusiones y sueños. Durante estos años vi como estaban pasando de largo y cómo había intentado alcanzarlos sin éxito. Creo que por primera vez reconoceré esto en público: no me he esforzado lo suficiente para capitalizarlos, al menos no al nivel de mis quejas.
Sabía que era una película que debía ver. Amo que el director de La rosa púrpura del Cairo haga intentos de mezclar la fantasía con la realidad, el pasado con el presente con maestría en técnica e inspiración. El planteamiento que revelaba el “avance del cine” era muy atractivo: Paris a medianoche es mágico. Yo no tengo el issue que todos tienen con la “ciudad luz” (y eso que a mí me encantan los clichés), personalmente creo que se exagera al referirse a la belleza y encanto de la capital francesa. Quizá lo que no me esperaba es que ese tipo de magia que prometía el filme tocaría las fibras más sensibles y profundas de mi corazón.
Los que me han leído desde hace mucho, lo saben: quiero ser escritor. Durante mucho tiempo he admirado a los que crean universos a través de las palabras, a los que saben cómo expresarse de forma escrita y con ello cautivan a los demás. No he concluido las historias que tengo en el tintero y por mi nuevo trabajo, ese plan de terminar los proyectos parece lejano. Me he conformado a recibir puntual mi quincena mientras la vida se me va entre en trabajo y las redes sociales. Por eso sentía que mis sueños estaban muertos.
¿Qué se sentirá no sólo conocer, sino intimar con tus héroes personales? Esa es una de las posiblidades que te plantea la película, también la idea de llegar en la época preferida de la historia. También que uno pudiera estar en un círculo de gente afin y creativa con la cual pudieras compartir gustos y afinidades. Además, la película tiene muchos guiños de humor y nostalgia intelectual. Ver a F. Scott Fitzgerald, Hemingway, Cole Porter, Buñuel y muchos más interactuando en una carta de amor a las mejores épocas de la generación perdida en Francia.
Aún recuerdo que, cuando pasaba la medianoche, yo abría mi procesador de texto y comenzaba a escribir. Sólo necesitaba un poco de música, una botella de agua o un vaso con refresco. La quietud de la noche era inspiradora. Yo aún tenía en la mente el buen sabor de boca que me habáin dejado los libros que había leído y en mí estaba el pensamiento constante de seguir sus pasos. La imaginación volaba y ella me tomaba de la mano hacia su reino. La noche era mia: yo la dominaba y exorcizaba a fuerza de teclear el monitor y de llenar hojas.
Lloré en la escena de Dalí y los surrealistas. Lloré y reí al mismo tiempo. No lloré de risa: fue catártico. Recordé a lo que había renunciado en el pasado, suspiré al escuchar al personaje Hemingway, Fitzgerald era como un noble caballero bohemio, lleno de elegancia a los pies de su mujer. Vi lo que necesitaba para reactivar mis escritos pendientes y de forma absurda, sentí envidia por el personaje que interpretaba Owen Wilson (era como un Woody Allen rubio y con la nariz chueca).
Debo reconerlo: Me hubiera encantado intimar con Diego Rivera, Frida, Siqueiros y León Trotsky en los 30's; Carlos Monsiváis, Carlos Fuentes, José Luis Cuevas, Octavio Paz; con José Agustín, Parménides García Saldaña, Gustavo Saínz; José Alfredo Jiménez y su caballo blanco, Chavela Vargas, Agustín Lara, Pedro Vargas; con Mauricio Garcés, Enrique Rambal, Luis Manuel Pelayo y Antonio Badu, con los rat pack. En la movida madrileña, en el furor de la bossa nova en los 50's-60's, en la época de oro del cine mexicano, en el verano del amor, en la invasión musical británica, en la fiebre del disco y más, es decir, de donde provienen muchos de mis gustos y pasiones.
El rey Salomón se indiganaba de la añoranza y lo escribió en el libro de Eclesiastés: "Nunca digas: ¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron que estos? Porque nunca de esto preguntarás con sabiduría". En la película y con maestría proverbial, Woody Allen nos enseña que la añoranza por tiempos pasados "épocas de oro" es algo que se ha tenido en esas épocas que nosotros añoramos. Más nos vale reconstruir nuestras ilusiones y sueños y quizá en algún futuro nos admiren porque hicimos cosas que ellos soñarán en hacer. No hay mejor momento que el presente.
Aquí el tráiler de la película. Basta decir que la recomiendo por mucho:
Yo sólo espero a que vuelva a ser medianoche para volver a ser uno con aquello que tanto deseo obtener.
Nos vemos en el futuro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario