viernes, mayo 01, 2015

PERDER ES UN DEPORTE INSOPORTABLE

Perder se me ha vuelto un deporte insoportable.

Llega a mi mente aquella vez que mi abuelo, al presenciar una acalorada discusión con mi padre me dijo: "calla, hay veces que perdiendo, ganas". Su lógica era insuperable: podía llevar la cólera a niveles irreparables, no había forma de llevarme la victoria aún ganando un desencuentro a golpes, era tonto magullar el cariño por sólo tener la razón. Más tarde, la vida me daría me enseñaría que tomé la decisión correcta al ceder (confieso que en ese momento no lo vi); sin embargo, la costumbre de perder en mi vida ha sido más un lastre maldito que un constructor de triunfos.

Al terminar el párrafo anterior, vinieron a mi mente esas frases hechas: "uno aprende más de las derrotas que de las victorias" y otras variaciones atribuidas a Edison y Michael Jordan, célebres por la luz de sus obras y por lo decisivo de sus actos. He encontrado menos de mil formas de perder y aún espero que el equivocarme tanto haga que en lo subsecuente logre ser alguien determinante. Mientras tanto vivo en el standby de los que esperan en el purgatorio, ente el cielo y el infierno de ganar o perder.

Y es que mi consuelo y quizá fuente de paz transitoria es que soy humano, no soy tan perfecto como Aquel que me creó. Pero las apologías se derrumban ante las el resultado negativo, que marca de forma indeleble la realidad. Uno pierde oportunidades, amigos, amores, dinero, suerte, voluntad... copos de nieve en forma de diamantes que se pierden entre los montones de precipitación helada: irrecuperables. Es cierto que el día de hoy siempre es un buen momento para empezar, pero es difícil cuando el destino se te escabulle de las manos como agua.

Uno no se empeña en perder, no se toman decisiones para terminar en la lona, uno trata de ir hacia lo mejor; mas no se puede ver el futuro ni prever todas las posibilidades o escenarios para que las cosas andan bien. Es ahí cuando duele, porque creías ir en buen camino, alejado de los errores pasados sólo para caer en nuevos. Perder se vuelve un oficio irónico, porque no lo buscas practicar, uno que no quieres que se vuelva costumbre, un destino obligado si no llegaste a la meta de ganar.

Perder y ganar: dos caras de la misma moneda, una que en cada lado tiene un valor distinto. No obtienes la misma satisfacción de ambas variables. Mientras que en la victoria no deseas dirigirte hacia la derrota, el que es vencido anhela un día alzar las manos en señal de triunfo. Mi deseo por ganar se vuelve más grande en proporción misma en la que me hundo en el pantano de las derrotas consecutivas. He salido seco del desierto, rasguñado del matorral, sin ser el mismo que fui antes de la experiencia. Perder me ha demostrado que mi alma es biodegradable.

Elizabeth Bishop decía que "el arte de perder se domina fácilmente" y ahora lo sé. Me encantaría que existiera una forma menos dolorosa de aprender, de obtener sabiduría y conocimientos. Sueño desde el desierto con oasis de triunfo, con romper el ciclo en el que estoy atrapado como quien mata a una serpiente. Me doy cuenta que las victorias no de deben menospreciar, porque ganar tiene su mérito, vale el esfuerzo y la sensación incomparable (esa de la que casi no me acuerdo pero que definió bien Vince Lombardi) lo es todo.

Quiero creer que algún día volveré a ganar y todo será distinto.

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