Ni siquiera sé porqué abrí el procesador de texto en un domingo pasadas las 11 p.m...
Como muchos saben, comer en la calle tiene uno de esos efectos secundarios que no se curan con un simple antiácido. Al ir al doctor para que me recetaran un tratamiento acorde al tema (y me hicieran la pregunta "¿hace cuánto que no te desparasitas?") y ahí me revelaron mi peso actual: tengo 30 kilos de más. Eso, como saben, en anteriores años me hubiera valido pito pero la realidad es innegable: ese el peor peso para un tipo soltero, mayor de 30 años en México (y muy probablemente en muchas partes del mundo).
Mi padre es sabio y conoce que esta situación me quita chances es en la vida: "más delgado tienes más oportunidades en la chamba y con las viejas", me sugiere. Del otro lado tengo ese difícil lastre que es olvidar mi obsesión por Itzel, lo que hace que apeste a desesperación y esté actuando inconscientemente de forma errónea. Con este escenario en puerta, esos 30 kilos de más se vuelven una frontera que me separa de ser un hombre deseable hacia dos jodidas variables: ese exilio moderno y devorador conocido como la Friendzone o que te cataloguen por defecto como todasmías (ningunapuedo), chancero, urgido o como le quieran llamar.
Aquí han visto que he hecho dieta con buenos resultados, pero la neta ya no estoy tan joven como para aventurarme a esa tortura y ya no quiero pasar por eso jamás. La salud, bien gracias. No pienso en ello ni me interesa hasta que me cae el 20 que hay personas que desearían tener una buena esperanza de vida. Comer menos es una opción pero luchar contra el hambre se ha vuelto como revelarse contra uno mismo, como ir contra el instinto. Aún no encuentro un punto medio entre la abstinencia y la gula. Y las delicias de la comida callejera llena de grasa, carne, pan, tortillas, condimentos y bebidas gasificadas aumentan mi placer estomacal tanto como centímetros de cintura. Los pantalones no se expanden proporcionalmente y eso duele.
Me pongo a releer lo que llevo y parecen esos absurdos post que escribía al principio, cuando apenas este blog tenía sus primeras semanas. Tal vez no es algo épico es más bien honestamente anecdótico. Si bien ya no tengo una razón aparente para escribir (mis musas me odian o me han olvidado) sentía la necesidad de escribir tanto como a veces siento la de comer. Este asunto de los kilos extra me ha puesto un poco más reflexivo de lo normal y mi mente quiere vaciar esas divagaciones en un espacio que ya pocos conocen y que en mi vida ya no tiene tanta importancia como antes. Al menos 30 kilos han hecho que valga la pena el placer de escuchar ese orgásmico sonido del golpeteo de teclas por la noche. Así como antes, con insomnio al frente, con el silencio que hace que no me distraiga y con la hoja en blanco en frente. Podría borrar lo que ya llevo pero veré hasta dónde llego.
Estos 30 kilos me han dado de dos sopas: deprimirme y buscar un cambio en mi alimentación(no necesariamente comer menos, sino al contrario); o tomar las cosas con una actitud proactiva. Ni crean que haré dieta o me pondré a hacer ejercicio, lo que sí buscaré es la autoaceptación en esta etapa: no puedo cambiar mi forma de comer, no puedo evitar que me vean como un chancero y no me voy a preocupar por ello. Si he de estar soltero y no puedo bajar de peso, lo aceptaré y a partir de ahí veré lo que construyo con mi vida. Ya estoy en una edad en la que no puedo estar lloriqueando pero tampoco puedo obligarme a hacer cosas que no quiero.
¡Ah, cómo extrañaba escribir! El saber que todavía puedo llenar una cuartilla con estupideces me hace sentir bien, aunque sólo yo lo lea (a decir verdad, me encanta que ya casi nadie le ponga atención a este espacio). No importa si tengo 30 kilos de más o 100, si logro brillar a pesar de ello, en mi peso ideal podré comerme la vida como un niño hambriento en un buffet.
Nos leemos en el futuro. =)
2 comentarios:
Ánimo todo tiene solución solo lleva tiempo. Te amo tal como eres 😘😊❤️
Si no te gusta cambialo, es tu carro y tu lo pimpeas como quieras.
Publicar un comentario