Bienvenido: ¿Quieres conocerme? Todo está aquí: mis días, lo que me gusta, mis ambiciones y sueños. En línea desde octubre de 2004.
martes, abril 17, 2012
EL REGRESO A LA DIETA
Me pidieron que me subiera a la báscula, juntara mis pies, me parara derecho y ahí cerré los ojos, esperando la noticia. La nutrióloga me dijo que pesaba 103 kilos con 900 gramos.
Amo comer, es uno de los placeres que han sustituido a otros en mi vida, muchas carencias que se olvidan cuando mi paladar se regocija. El estrés se va, las derrotas de la vida momentáneamente se olvidan, esa ansia que crece en el estómago se difumina, un calor gratificante recorre mi cuerpo y el bienestar es preponderante con el estómago lleno. Pero el hedonismo tiene su precio: el lunes pasado quería ponerme el pantalón de mi traje y, oh sorpresa, no me quedó.
Hace semanas, una mujer a la que estimo mucho me había pasado una dieta, ella también le está echando ganas, tiene el potencial para ser no solo bella (que ya lo es y a pesar de las circunstancias, sigue atrayéndome demasiado), sino deslumbrante. Mi hermana ahorita está bajando de peso con alimentación llevada por un doctor. Voy al estadio y antes del partido dan un mensaje sobre la obesidad, veo el TL del Twitter y leo a cierta locutora de radio hablando sobre los problemas que trae el sobrepeso. ¡Nada más faltaba que mi horóscopo hablara de ello! No había opción. Tenía que retomar el camino, ese que hace mucho tiempo también documenté aquí.
Para encontrar el enlace que coloqué en el párrafo anterior tuve que sumergirme en mi historia. Aquella vez me metí de forma superficial en el reto, hoy es distinto. Hoy quiero realmente bajar de peso: una vez ya lo quise así y no pude, pero ahora es más por mi orgullo que solo por sostener mis palabras: también tengo que vivir atado a ellas, le dije a mi hermana que tenía que ser más fuerte que la dieta y ahora yo lo tendré que ser de nuevo. Mi orgullo, como decía, para demostrar que puedo abrirme oportunidades, demostrar el amor propio ahora físicamente y demostrar que también puedo ser deslumbrante.
Apenas llevo el primera semana, me está costando mucho aceptar que ahora tengo que desayunar fruta,que ya no puedo comer entre comidas, ya no tocar las frituras, ni la comida chatarra y ahora la ensalada se ha vuelto mi comida de diario. A cambio, la vida me ha dado comidas deliciosas. La fruta es fresca y dulce, los pepinos con limón se han vuelto un salvavidas, la gelatina light es una fiesta en el paladar y el jamón de pavo con queso manchego me recuerda lo mucho que me gustan la pizza. al momento y a pesar del hambre que me invade en algunos momentos del día, sé que podré anunciar tal como ya lo hice alguna vez, que ya me queda ropa que no me quedaba antes.
No solo es una dieta de comida, es una dieta sentimental. No solo una oportunidad para cambiar la alimentación sino también, ya de paso, mi comportamiento. La intención es que en las siguientes semanas pueda cambiar hasta ser alguien mejor, una persona que puede tomar con más armas el futuro y lo que en él me espera. No solo seré más ligero como lo fui antes, sino liviano en los asuntos del corazón.
A ver qué tal me va. Ya hasta hice una hoja de cálculo en docs para documentar el avance o retroceso de cada semana. ¿Lo lograré? Ya les contaré por aquí. =)
Nos vemos en el futuro.
viernes, abril 06, 2012
LA DIARIA NOSTALGIA
Cada noche, entre semana, ocurre la misma melancolía.
Llego a Indios Verdes, escucho el sonido de los autos que llegan al final de Insurgentes Norte, percibo el fétido y vomitivo olor de la terminal del metro, avanzo entre sus pisos pegajosos y me dirijo al camión. Una mujer aparenta que me revisa antes de entrar al transporte, siempre busco estar cerca de la ventana, como si en ella estuviera esperando a ver a alguien.
Ahí recuerdo mis primeros años, casi no salía a la calle, solo cuando iba con mi abuelita al mercado y porque siempre me compraba un luchador de juguete. No tenía amigos porque lo que necesitaba estaba en casa. Aún recuerdo el día que nos mudamos a nuestra casa, ese día en el que me separé por primera vez del lugar que se convertiría en uno de los amores más grandes: mi ciudad de nacimiento: el Distrito Federal.
Regresábamos porque los parientes, la escuela y el trabajo siempre estuvieron en la ciudad de México. El viaje es hasta la fecha desgastante: levantarse temprano, batallar con miles de personas que tambien desean llegar al mismo tiempo, lidiar con los minutos que se hacen menos. En ese tiempo tuve la oportunidad de conocer mi ciudad, su hermosura era evidente. Eduardo Molina era una avenida gigante ante mis ojos. Circuito Interior e Insurgentes eran tan drásticas, Reforma histórica y verde. Andar en metro era como conductirte por las entrañas de la ciudad: podrías ir casi a donde sea. Muchos edificios, mucha gente, opulencia en algunas zonas; el contraste con las casas de interés social en el Estado de México.
En secundaria y preparatoria estuve cerca de casa. Creo que pude quedarme en una universidad de por allá si en ese momento hubiera la carrera que quería. Volver a la ciudad y respirar ese aire me ubicó en la comodidad de quien llega al hogar. Así, las amistades, las actividades sociales y hasta los trabajos estuvieron siempre allí, la casa era para dormir y el hogar para vivir. Como saben, hubo una temporada (quizá fue un mes) en los que viví en casa de mis tías en el DF porque arreglaban mi cuarto y ahí me sentí completo, como si fuera parte de una maquinaria más grande, pieza de un ajedrez gigante, no me sentía tan solo como acostumbraba.
Cuando regresé al "estado" (forma abreviada de decirle a la región), comenzó esa extraño sentimiento con el que empecé este escrito. Me siento en un exilio cada vez que tomo un camión hacia alguna parte en Ecatepec. No puedo despreciar tampoco la seguridad, la calidez y los servicios de donde vivo, pero es más una madre adoptiva. No puede borrar las oportunidades, los momentos más preciados del corazón, la disponibilidad, la belleza y el amor del terruño querido. Muy al estilo de Morrissey (que, junto con The Smiths, tengo una temporada de dulce) sangre mexiquense, corazón chilango.
Michael Stipes mira hacia la ventana de un avión al dejar su segunda casa, la ciudad de Nueva York, y le invade un sentimiento que le permitió crear una gran canción. Una oda a la beldad de la gran Babilonia y a esa melancolía que les contaba: "Leaving New York is never easy", reza R.E.M. y encuentro en la pieza completa enorme empatía. A veces aparece en mi iPod cuando estoy en Indios Verdes, recuerdo el video y mi memoria es acicate para la diaria nostalgia. Dejar el DF es como si viera a sus luces (que también me han cautivado desde las alturas, son como diamantina sobre terciopelo negro) apagarse. =')
I saw the lights fading out ♫
Nos vemos en el futuro.
Llego a Indios Verdes, escucho el sonido de los autos que llegan al final de Insurgentes Norte, percibo el fétido y vomitivo olor de la terminal del metro, avanzo entre sus pisos pegajosos y me dirijo al camión. Una mujer aparenta que me revisa antes de entrar al transporte, siempre busco estar cerca de la ventana, como si en ella estuviera esperando a ver a alguien.
Ahí recuerdo mis primeros años, casi no salía a la calle, solo cuando iba con mi abuelita al mercado y porque siempre me compraba un luchador de juguete. No tenía amigos porque lo que necesitaba estaba en casa. Aún recuerdo el día que nos mudamos a nuestra casa, ese día en el que me separé por primera vez del lugar que se convertiría en uno de los amores más grandes: mi ciudad de nacimiento: el Distrito Federal.
Regresábamos porque los parientes, la escuela y el trabajo siempre estuvieron en la ciudad de México. El viaje es hasta la fecha desgastante: levantarse temprano, batallar con miles de personas que tambien desean llegar al mismo tiempo, lidiar con los minutos que se hacen menos. En ese tiempo tuve la oportunidad de conocer mi ciudad, su hermosura era evidente. Eduardo Molina era una avenida gigante ante mis ojos. Circuito Interior e Insurgentes eran tan drásticas, Reforma histórica y verde. Andar en metro era como conductirte por las entrañas de la ciudad: podrías ir casi a donde sea. Muchos edificios, mucha gente, opulencia en algunas zonas; el contraste con las casas de interés social en el Estado de México.
En secundaria y preparatoria estuve cerca de casa. Creo que pude quedarme en una universidad de por allá si en ese momento hubiera la carrera que quería. Volver a la ciudad y respirar ese aire me ubicó en la comodidad de quien llega al hogar. Así, las amistades, las actividades sociales y hasta los trabajos estuvieron siempre allí, la casa era para dormir y el hogar para vivir. Como saben, hubo una temporada (quizá fue un mes) en los que viví en casa de mis tías en el DF porque arreglaban mi cuarto y ahí me sentí completo, como si fuera parte de una maquinaria más grande, pieza de un ajedrez gigante, no me sentía tan solo como acostumbraba.
Cuando regresé al "estado" (forma abreviada de decirle a la región), comenzó esa extraño sentimiento con el que empecé este escrito. Me siento en un exilio cada vez que tomo un camión hacia alguna parte en Ecatepec. No puedo despreciar tampoco la seguridad, la calidez y los servicios de donde vivo, pero es más una madre adoptiva. No puede borrar las oportunidades, los momentos más preciados del corazón, la disponibilidad, la belleza y el amor del terruño querido. Muy al estilo de Morrissey (que, junto con The Smiths, tengo una temporada de dulce) sangre mexiquense, corazón chilango.
Michael Stipes mira hacia la ventana de un avión al dejar su segunda casa, la ciudad de Nueva York, y le invade un sentimiento que le permitió crear una gran canción. Una oda a la beldad de la gran Babilonia y a esa melancolía que les contaba: "Leaving New York is never easy", reza R.E.M. y encuentro en la pieza completa enorme empatía. A veces aparece en mi iPod cuando estoy en Indios Verdes, recuerdo el video y mi memoria es acicate para la diaria nostalgia. Dejar el DF es como si viera a sus luces (que también me han cautivado desde las alturas, son como diamantina sobre terciopelo negro) apagarse. =')
I saw the lights fading out ♫
Nos vemos en el futuro.
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