José Alfredo Jiménez en “El hijo del pueblo” recita una frase que nunca había encajado bien en el rompecabezas de mi vida: “mi destino es muy parejo: yo lo quiero como venga”. No entendía el orgullo con el que el compositor se aferraba a sus fracasos y a la situación de carencia. Hace años no tenía trabajo, llevaba mucho tiempo sin novia y me la pasaba mal escuchando a gente que solo se burlaba de mí. No quería mi aceptar mi circunstancia; quería abstraerme del mundo mediante los videojuegos, el sueño y las ilusiones locas que salían de mi mente en ese entonces. Los que han leído este blog desde el principio, pueden dar fe de ello: sufrí mucho, sin embargo el aprendizaje de ese duro camino fue invaluable.
La vida, amigos y lectores, es impredecible. De vez en cuando a Dios le gusta lanzar los dados en momentos determinados y la suerte cambia. De pronto me vi con empleo, novia y dinero para comprar cosas y los que se burlaban de mí habían desaparecido o sabía cómo enfrentarlos. Aún así permanecía esa sensación de vacío a pesar de que en teoría, ya debería estar complacido. ¿Por qué no lo estaba? Porque nada era como esperaba. No dejaba de actuar como un niño malcriado que no quería comerse unos huevos revueltos porque los quería estrellados. Odio usar como ejemplo a los desamparados, como si la existencia fuera igual en cada persona, y al escuchar eso, lo que lograban era que renegara de mi destino.
El veinte te cae solo cuando recapitulas y así fue: vi que tuve todo lo que quería y que el problema era yo. Pude disfrutar muchas cosas que me pasaron si tan solo las hubiese tomado como venían. Los arrepentimientos sirven de poco. Entonces decidí comerme el huevo revuelto y acompañarla con arroz, frijoles y agregarles salsa. Si bien no era lo que yo quería en un principio, se ha vuelto una comida deliciosa que me perdería por un simple prejuicio. Tomé lo que había aprendido y ahora apuesto mientras le toca su turno a Dios de tirar a mi favor, sin importar cómo esté yo en el juego.
Amo las películas de Woody Allen y la que me recomendaron hace un par de semanas fue Whatever Works (“Como venga”, según mi traducción), que para Latinoamérica se nombró “Así pasa cuando sucede”, un mal título tropicalizado para una gran película. En ella, la versión más neurótica y pesimista de Alvy Singer (personaje de Annie Hall), tiene una filosofía de vida: “que sea lo que funcione, mientras no se afecte a nadie”. Un genio llamado Boris sin necesidades sexuales, que no baja de pendejos a todos y vestido con un cinismo que da risa. En la historia comprobamos que la vida no es una cosa estática, vemos cómo los personajes van cambiando y que al final lo impredecible hace que las cosas salgan bien, y lo más sensato es tomar la vida como lo hacía José Alfredo.
Les dejo la primera escena y les recomiendo que vean la película. Se reirán mucho:
Ahorita estoy muy bien en mi trabajo, es quizá lo más relajado que he tenido en muchos años. ¿Y si se presentara una oferta que me hiciera cambiar de aires hacia lo que realmente quiero? ¿Si poco a poco se fuera haciendo realidad esas cosas que escribí de Gerson de la Tierra-2? ¿Y si no se da? No importa, yo querré la vida como venga. =)
Nos vemos en el futuro.
2 comentarios:
Muy buena filosofía de vida, y la peli me la apunto, me gustó el fragmento que ví, luego te cuento que tal ...
=)
Te va a gustar. Lo sé. Saludos estimada! =)
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