Suena el despertador.El nuevo tlalocphone me anuncia que debo levantarme. Son las 5 de la mañana. Mi madre se multiplica por mil y plancha una camisa que voy a usar. Yo le digo que me dé diez minutos más para despertar. Cuando lo hago aún soy como un Volkswagen Sedan que para poder avanzar necesita minutos para “calentar”. El agua fría espanta un poco mi sueño y cuando menos me di cuenta ya estoy todo cubierto de jabón. Justo al salir de las regaderas mi mamá ya tiene el desayuno, no puedo bajar de inmediato porque todavía falta rasurarme y vestirme. El primer alimento del día es una delicia que a veces no me da tiempo de disfrutar con tranquilidad. De pronto ya son las 6:15, hora de irse. Todos violentan la huída sabiendo que se me puede hacer tarde.
Camino, música y sueños.Apenas el alumbrado público le hace frente a la oscuridad de la madrugada. La música en inglés de tres décadas me acompaña en el camino teniendo a un locutor como calzador. La radio mexicana ya apesta pero al menos en ese lapso es un poco soportable, es un compañero que habla de nuevos clásicos, ave de mil voces en las que puedes reconocer a Mick Jagger, Freddie Mercury, Billy Joel y muchos más. Rompo mis propias reglas y cierro los ojos intentando recuperar el descanso perdido. Al abrir los ojos ya estoy en diferentes etapas del camino: Avenida Central. Bosques de Aragón, Canal del Norte, Paseo de la Reforma. Al llegar a la avenida preferida de Don Porfirio, deseo que el tránsito sea fluido: el 50% de mi éxito en llegar a tiempo depende de ello. Magnolias y Buenavista siempre son una opción para cuando no se puede llegar sin problemas al metro Hidalgo. La mayoría de las veces arribo ahí, me despido de mi padre que aún tiene una diligencia más y yo sigo mi viaje.
Grandote. Rapidote. Segurote.El espíritu de Chava Flores se impregnó para siempre en la línea 2 del metro; así como la de Rockdrigo en la 3 y Botellita de Jerez en la 1. Percibo una de las intersecciones más importantes de la ciudad de la misma manera que el cantautor hace 40 años. A veces muy lleno, a veces tranquilo. Mi camino hacia Toreo (nombre extraoficial de la estación Cuatro Caminos –icono que representa un domo que ya no existe–) es bastante tranquilo. A veces parado, a veces sentado. Las grandes masas bajan en San Cosme, Normal, Cuitláhuac y Tacuba. La Terminal siempre me recibe con música que me gusta, tanto que pongo pausa al tlalocpod y me limito a escuchar lo que la estación del metro tiene para mí, así como despidiéndose personalmente de su servidor. Es la calma antes de la tormenta.
Escape de Toreo.Aquí está el otro 50% del éxito. Es la parte azarosa, aquí todo puede suceder: desde que no haya combis disponibles, que todos los transportes salgan al mismo tiempo y por lo mismo nadie pueda abandonar el paradero, que haya mucha gente esperando entrar a un transporte, que el tiempo de sobra se haga añicos… o que simplemente no pase nada y salgas rumbo a Interlomas (mi lugar de trabajo). Cosa aparte es el tráfico en tres zonas: México-Tacuba, Ingenieros Militares, Av. del Conscripto (en llamado en Fourquare el “@ Puto Tráfico Toreo”). Depende de el flujo vehicular por estos tres rumbos esté en armonía correcta para no hacer una hora. Nunca falta la persona obesa que ocupa dos asientos y te hace sin querer la vida de cuadritos, o el loco que canta solo y se corta las uñas en el camino o el chofer que pone a los insoportable de Facundo y compañía que gritan como desquiciados al micrófono. Si me va bien llego entre 8:30 a 8:50. Si todo sale mal tendré retardo y las tres horas de camino habrán sido en balde.
*************
En fin, ya es hora de dormir (para hacer toda esta patoaventura una vez más); pero, como en el fútbol y en cualquier viaje redondo, existe
La Vuelta, así que esperen el post muy pronto (o cuando tenga tiempo/ganas como ahorita). En fin, hoy es el cumple de mi novia:
Diana: Feliz cumpleaños, linda! Te quiero mucho y gracias por seguir en este viaje conmigo. Besos.Nos vemos en el futuro.