Si me dijeran que ha pasado mucho tiempo, yo les diría que fue sólo ayer…
Los tiempos del corazón son muy distintos a los del espacio-tiempo, bombea recuerdos a la mente, flashbacks deslumbrantes de ese tiempo en el que tú y yo disfrutábamos la ciudad: en un día soleado tomando fotografías sin preocuparnos en composición o fondo, en las tardes lluviosas caminando por reforma con una o dos sombrillas, con el café que daba pie al chisme del día, a tu brazo que jalaba al mío para llevarme hacia los desconocido. Tus ojos rasgados, tus cachetes rosas, tus pantalones de mezclilla y tu sonrisa abierta diciendo mi nombre.
Reforma, Roma, Satélite, Alameda, Madero, Palacio Chino, Insurgentes: todo tiene tu recuerdo en cada pared. Evocarte no es cuestión de cada vuelta de la tierra al sol, sino de cada instante. Mi álbum de instantes en la memoria está tan lleno de fotos tuyas que me alegro que en un breve lapso de eternidad pudimos forjar una amistad que sobrevive, incluso a nosotros mismos. Los momentos que vuelven se han convertido en más brillantes, tanto que opacan el presente más soleado, la luz más cegadora y por ello se vuelven más dulce evocarlos. Los días se vuelven polvo ante el monumento de tu recuerdo, ante la calidez de tu compañía que vuelve con tan sólo ser invocada.
Juro que fue ayer cuando me negué a que te fueras y nunca te lo dije, cuando te acepté un helado en el aeropuerto y me sirvió de consuelo, de resignación ante la realidad. También puedo asegurar que fue ayer cuando nos tomábamos una foto para un reto de Big Blogger, cuando disfrutábamos de un Caramel Macchiato antes de que llorara en tu hombro y tú lloraras en el mío, en los días en que las botellas de cerveza se juntaban en un cartón y tomábamos valor para cantar en un karaoke. Justo ayer salimos de un maratón de películas por tu cumpleaños y nos llenamos de palomitas. Ayer nos poníamos de acuerdo por Messenger para saber cuál sería el plan para el fin de semana. Hace unas horas comiste enchiladas en mi casa, le decías a mi mamá que yo era un mustio y reiterabas que yo camino igual que mi padre. Ayer me dijiste que era indispensable, en aquel Festival de la Palabra, porque yo siempre estaba ahí.
Pero la realidad es implacable: es innegable que nuestra vida ha cambiado mucho y nuestras prioridades también. Por eso doy gracias a Dios de que nuestra amistad ahí permanezca ante las reglas de la existencia, del olvido, del desapego, de la distancia, de los corazones, del internet mismo. Por ello a veces temo volver a verte, porque si pasa, te abrazaría tanto que jamás te dejaría ir. No podría, aún te necesito y eso, a pesar de que todo cambie, ha permanecido inmutable desde que nuestra amistad se hizo tan profunda y natural. Daría todo lo que fuera para desaparecer mis compromisos aquí y estar sólo un minuto tú y yo juntos, como siempre lo hemos querido.
Por favor, no te olvides de mí y guárdame en lo eterno, en la memoria que no se borra, en los colores de la patria, en lo dulce de un café acaramelado, en las fotos, en las películas que te hagan llorar, en nuestras letras, en los días de lluvia ligera, en una cerveza bien fría, en las estrellas y corazones dibujados en un papel, en la música que aún hoy nos une.
¡Feliz cumpleaños! Brindo hoy por tu vida con tu canción, que se volvió mi canción y por consecuencia es ya nuestra canción.
Querida Skene: Sé lo maravilloso que fue el ayer, lo feroz que es el hoy y la incógnita que será el mañana; pero recuerda que te quise, te quiero y te querré en todos esos tiempos (quizá en más).
Gerson.
Bienvenido: ¿Quieres conocerme? Todo está aquí: mis días, lo que me gusta, mis ambiciones y sueños. En línea desde octubre de 2004.
lunes, junio 30, 2014
lunes, junio 23, 2014
LOS 30 DE MÁS...
Ni siquiera sé porqué abrí el procesador de texto en un domingo pasadas las 11 p.m...
Como muchos saben, comer en la calle tiene uno de esos efectos secundarios que no se curan con un simple antiácido. Al ir al doctor para que me recetaran un tratamiento acorde al tema (y me hicieran la pregunta "¿hace cuánto que no te desparasitas?") y ahí me revelaron mi peso actual: tengo 30 kilos de más. Eso, como saben, en anteriores años me hubiera valido pito pero la realidad es innegable: ese el peor peso para un tipo soltero, mayor de 30 años en México (y muy probablemente en muchas partes del mundo).
Mi padre es sabio y conoce que esta situación me quita chances es en la vida: "más delgado tienes más oportunidades en la chamba y con las viejas", me sugiere. Del otro lado tengo ese difícil lastre que es olvidar mi obsesión por Itzel, lo que hace que apeste a desesperación y esté actuando inconscientemente de forma errónea. Con este escenario en puerta, esos 30 kilos de más se vuelven una frontera que me separa de ser un hombre deseable hacia dos jodidas variables: ese exilio moderno y devorador conocido como la Friendzone o que te cataloguen por defecto como todasmías (ningunapuedo), chancero, urgido o como le quieran llamar.
Aquí han visto que he hecho dieta con buenos resultados, pero la neta ya no estoy tan joven como para aventurarme a esa tortura y ya no quiero pasar por eso jamás. La salud, bien gracias. No pienso en ello ni me interesa hasta que me cae el 20 que hay personas que desearían tener una buena esperanza de vida. Comer menos es una opción pero luchar contra el hambre se ha vuelto como revelarse contra uno mismo, como ir contra el instinto. Aún no encuentro un punto medio entre la abstinencia y la gula. Y las delicias de la comida callejera llena de grasa, carne, pan, tortillas, condimentos y bebidas gasificadas aumentan mi placer estomacal tanto como centímetros de cintura. Los pantalones no se expanden proporcionalmente y eso duele.
Me pongo a releer lo que llevo y parecen esos absurdos post que escribía al principio, cuando apenas este blog tenía sus primeras semanas. Tal vez no es algo épico es más bien honestamente anecdótico. Si bien ya no tengo una razón aparente para escribir (mis musas me odian o me han olvidado) sentía la necesidad de escribir tanto como a veces siento la de comer. Este asunto de los kilos extra me ha puesto un poco más reflexivo de lo normal y mi mente quiere vaciar esas divagaciones en un espacio que ya pocos conocen y que en mi vida ya no tiene tanta importancia como antes. Al menos 30 kilos han hecho que valga la pena el placer de escuchar ese orgásmico sonido del golpeteo de teclas por la noche. Así como antes, con insomnio al frente, con el silencio que hace que no me distraiga y con la hoja en blanco en frente. Podría borrar lo que ya llevo pero veré hasta dónde llego.
Estos 30 kilos me han dado de dos sopas: deprimirme y buscar un cambio en mi alimentación(no necesariamente comer menos, sino al contrario); o tomar las cosas con una actitud proactiva. Ni crean que haré dieta o me pondré a hacer ejercicio, lo que sí buscaré es la autoaceptación en esta etapa: no puedo cambiar mi forma de comer, no puedo evitar que me vean como un chancero y no me voy a preocupar por ello. Si he de estar soltero y no puedo bajar de peso, lo aceptaré y a partir de ahí veré lo que construyo con mi vida. Ya estoy en una edad en la que no puedo estar lloriqueando pero tampoco puedo obligarme a hacer cosas que no quiero.
¡Ah, cómo extrañaba escribir! El saber que todavía puedo llenar una cuartilla con estupideces me hace sentir bien, aunque sólo yo lo lea (a decir verdad, me encanta que ya casi nadie le ponga atención a este espacio). No importa si tengo 30 kilos de más o 100, si logro brillar a pesar de ello, en mi peso ideal podré comerme la vida como un niño hambriento en un buffet.
Nos leemos en el futuro. =)
Como muchos saben, comer en la calle tiene uno de esos efectos secundarios que no se curan con un simple antiácido. Al ir al doctor para que me recetaran un tratamiento acorde al tema (y me hicieran la pregunta "¿hace cuánto que no te desparasitas?") y ahí me revelaron mi peso actual: tengo 30 kilos de más. Eso, como saben, en anteriores años me hubiera valido pito pero la realidad es innegable: ese el peor peso para un tipo soltero, mayor de 30 años en México (y muy probablemente en muchas partes del mundo).
Mi padre es sabio y conoce que esta situación me quita chances es en la vida: "más delgado tienes más oportunidades en la chamba y con las viejas", me sugiere. Del otro lado tengo ese difícil lastre que es olvidar mi obsesión por Itzel, lo que hace que apeste a desesperación y esté actuando inconscientemente de forma errónea. Con este escenario en puerta, esos 30 kilos de más se vuelven una frontera que me separa de ser un hombre deseable hacia dos jodidas variables: ese exilio moderno y devorador conocido como la Friendzone o que te cataloguen por defecto como todasmías (ningunapuedo), chancero, urgido o como le quieran llamar.
Aquí han visto que he hecho dieta con buenos resultados, pero la neta ya no estoy tan joven como para aventurarme a esa tortura y ya no quiero pasar por eso jamás. La salud, bien gracias. No pienso en ello ni me interesa hasta que me cae el 20 que hay personas que desearían tener una buena esperanza de vida. Comer menos es una opción pero luchar contra el hambre se ha vuelto como revelarse contra uno mismo, como ir contra el instinto. Aún no encuentro un punto medio entre la abstinencia y la gula. Y las delicias de la comida callejera llena de grasa, carne, pan, tortillas, condimentos y bebidas gasificadas aumentan mi placer estomacal tanto como centímetros de cintura. Los pantalones no se expanden proporcionalmente y eso duele.
Me pongo a releer lo que llevo y parecen esos absurdos post que escribía al principio, cuando apenas este blog tenía sus primeras semanas. Tal vez no es algo épico es más bien honestamente anecdótico. Si bien ya no tengo una razón aparente para escribir (mis musas me odian o me han olvidado) sentía la necesidad de escribir tanto como a veces siento la de comer. Este asunto de los kilos extra me ha puesto un poco más reflexivo de lo normal y mi mente quiere vaciar esas divagaciones en un espacio que ya pocos conocen y que en mi vida ya no tiene tanta importancia como antes. Al menos 30 kilos han hecho que valga la pena el placer de escuchar ese orgásmico sonido del golpeteo de teclas por la noche. Así como antes, con insomnio al frente, con el silencio que hace que no me distraiga y con la hoja en blanco en frente. Podría borrar lo que ya llevo pero veré hasta dónde llego.
Estos 30 kilos me han dado de dos sopas: deprimirme y buscar un cambio en mi alimentación(no necesariamente comer menos, sino al contrario); o tomar las cosas con una actitud proactiva. Ni crean que haré dieta o me pondré a hacer ejercicio, lo que sí buscaré es la autoaceptación en esta etapa: no puedo cambiar mi forma de comer, no puedo evitar que me vean como un chancero y no me voy a preocupar por ello. Si he de estar soltero y no puedo bajar de peso, lo aceptaré y a partir de ahí veré lo que construyo con mi vida. Ya estoy en una edad en la que no puedo estar lloriqueando pero tampoco puedo obligarme a hacer cosas que no quiero.
¡Ah, cómo extrañaba escribir! El saber que todavía puedo llenar una cuartilla con estupideces me hace sentir bien, aunque sólo yo lo lea (a decir verdad, me encanta que ya casi nadie le ponga atención a este espacio). No importa si tengo 30 kilos de más o 100, si logro brillar a pesar de ello, en mi peso ideal podré comerme la vida como un niño hambriento en un buffet.
Nos leemos en el futuro. =)
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